¡Luz roja! Los conductores sobreparan; el espectáculo debe comenzar. La impresionante acrobacia entretiene, pero el público de la Plaza Grau es exigente: la performance debe ser impecable, de lo contrario no hay recompensa.
Observación: a primera vista pareciera que el acróbata está de cabeza. Segunda impresión: ¿no es esto al revés? ¿No será que los que estamos realmente de cabeza somos nosotros, Estado y nación, que tomamos el desorden y la desesperación presentes como shows en vivo de nuestro propio fracaso como país?
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